Es 2 de Julio. Se acabó la fiesta. El verano será largo, pero de eso ya nada más nos quedaran las llamas. El infierno al que a diario nos condenan.
En el vacío y silencio que nos ha quedado se vino a instalar el duelo, “esa cosa con plumas … que no se detiene para nada”.
En medio de una de esas olas de intolerancia e ignorancia, que se gestan cada vez con más fuerza y más frecuencia, el mar me arrastró hasta un lugar muy oscuro: el duelo de la paternidad negada.
En medio del debate (pseudo) moral y religioso sobre la familia y el porqué las parejas del mismo sexo no deberían tener hijos. En medio de las crisis políticas, sociales, económicas y ambientales. En medio de las leyes que prohíben (al menos en Grecia) la adopción y gestación subrogada (exclusivamente) a parejas del mismo sexo —porque para las parejas heterosexuales no representa un conflicto moral ni ético. En medio de las dudas existenciales de si este deseo de ser padre es solo una respuesta condicionada a las convenciones sociales. En medio de esa marejada, se disuelve la imagen de los hijos e hijas que no tendré.
Es verdad que en la buena voluntad de algunos he sido asignado una paternidad extendida, que en mi rol como maestro he sido figura paterna para algunos, pero seamos honestos: tener hijos es una cosa distinta.
A veces me consuelo pensando que quizá no sea una experiencia tan especial, que los hijos a veces son malagradecidos, una carga, una pena, “esa cosa con plumas … que no se detiene para nada”. Pero la verdad es que no estaría mal que un cuervo criado por mí me sacara los ojos. A fin de cuentas me los va sacar la vida.
A veces me pregunto si cometería los mismos errores que mi madre, o si cometería errores peores y más grandes. Qué se sentirá arruinarle la vida a alguien, o cambiársela para siempre.
A veces me pregunto si al estar para alguien podría borrar la ausencia de mi padre. A veces me pregunto qué hizo con el amor que no me dio. A veces me convenzo de que nunca hubo nada dentro de él.
Pero a mí el corazón me rebosa abrazos y frases cursis; consejos ignorados y amenazas vacías; llantos y sonrisas; fiestas, festivales, viajes y despedidas; fiebres, dientes de leche y huesos rotos; fotos y recuerdos y alguien escribiendo mi apellido al lado de su nombre.
Quizá escriba un libro y en él tendré dos hijos, y les daré un nombre, una historia y una casa. Les contaré que su abuela quería ser bailarina y me dejaba comprar gelatinas en la calle, y que cometió errores que yo no quiero cometer con ellos y que me amó de una forma que aún me hace sentir bendecido. Y que tienen un tío que vive en una isla, y que sería feliz si fueran tan inteligentes y generosos como él. Y que el universo conspiró para que su otro papá sea el mejor del mundo: un ser humano extraordinario y generoso y el mejor cuentacuentos que van a conocer.
No sé si seríamos una buena familia, porque seguro que cometeríamos errores, pero tendríamos buenas intenciones. Si nos equivocamos con las gatas, qué haríamos con un par de humanos. Quién sabe. Y ese es el duelo: que es solo una fantasía.
Pero no dejaré que esa paternidad negada se convierta en un fantasma. Si acaso dejaré que se convierta en esperanza… “esa cosa con plumas … que no se detiene para nada.”
…y feroz tendrá que ser la tormenta
que pueda abatir al pajarillo
que a tantos ha dado abrigo.
Emily Dickinson
El mundo no es justo y la esperanza es traidora. Mi duelo es por el futuro del mundo que se pierde de padres como tú.💚